Una música que te hace perder peso

La música, dijo una vez el poeta y dramaturgo William Congreve, tiene el don “para amansar a las bestias salvajes”.

Pero, la pregunta que hoy nos planteamos es: ¿puede la música influenciar el apetito de los que desean perder peso?

Puede ser.
Si las baladas suelen fomentar las pasiones en las parejas y los médicos emplean una selección de música relajante en sus consultorios para tranquilizar a sus pacientes, podemos afirmar que la música  también puede ayudarnos a la hora de comer menos.

Según el médico Edward Podolsky, la música rápida intensifica el metabolismo y la energía muscular, acelera los latidos del corazón y eleva la presión arterial.
Según este mismo médico, un ritmo musical lento provoca exactamente el efecto contrario.
Pero ¿Qué efecto tiene la música en el apetito?

Cuando comemos, el sentido del gusto es de lejos el único que se activa para disfrutar de una buena comida.
De hecho, todos nuestros sentidos se enfocan cuando comemos. Desde el momento en que decimos que vamos a comer un filete de carne a la plancha, ya se pone en marcha un mecanismo de lo más sofisticado que conjuga a la perfección una simbiosis entre nuestra vista, osfalto, tacto, gusto y, oído.
Todos estos escenarios describen los alimentos a través de un sentido diferente, y todos son capaces de estimular nuestro apetito.
Científicos de todo el mundo acordaron que la música tenía unas influencias sobre nuestras hormonas y que estaba ligada directamente con nuestras emociones.

Si se piensa en ello, nos damos cuenta de que estamos constantemente influenciado por la música ya sea en las noticias, en los anuncios, en las películas, en la radio… y eso desde que nos cantan nuestra primera nana cuando aún somos bebés.

Médicos de música de países como Japón y China ayudan a sus pacientes a crear sus propios botiquines musicales, donde se puede encontrar CDs con nombres tan diversos como "hígado",  "Migraña" o "metabolismo"…

Un estudio realizado por Johns Hopkins encontró que la música tiene la capacidad de influir en la velocidad con que comemos.
Durante su estudio, demostró que la música lenta nos frena: los sujetos que escucharon música lenta derribaron tres bocados de alimento por minuto, en comparación con los cinco bocados de los comensales que escucharon música de ritmo rápido.

Disfrutar de la cena mientras escuchamos a Mozart ayuda a mejorar el metabolismo y la digestión de los alimentos.
Cuando comemos mientras escuchamos música pop o la música rock, se inicia automáticamente el acto de comer más rápido. Como resultado tragamos trozos grandes por lo que es más difícil para el estómago digerir los alimentos. Lo que nos lleva inevitablemente a ganar unos kilos de más.

Acabamos nuestro artículo con una nota del psicólogo Adrian Nort que afirma: “Cuando escuchamos la música clásica, inconscientemente este estilo de música va asociada con la imagen del lujo, la riqueza y la sofisticación", lo que mejora el estado de ánimo y nos hace tomar nuestro tiempo, comer más despacio y disfrutar de la comida.